Ante el debate nacional sobre el control de precios de los combustibles y sus efectos en la economía, la Electro Movilidad Asociación (EMA) ha puesto sobre la mesa una solución estratégica: acelerar la transición hacia vehículos eléctricos y energías limpias. Esta propuesta no solo aborda preocupaciones ambientales, sino que también ofrece estabilidad económica, reduce la dependencia de combustibles fósiles y fortalece la soberanía energética del país.
El problema de los controles de precios y sus riesgos
La discusión sobre fijar precios máximos a los combustibles ha generado alertas en diversos sectores. Economistas advierten que estas medidas, aunque bienintencionadas, podrían tener efectos contraproducentes: desde el crecimiento del mercado negro de gasolina (con prácticas como el huachicol) hasta la venta de combustibles adulterados. Esto no solo afectaría la recaudación fiscal, sino que pondría en riesgo la calidad del producto que llega a los consumidores y desalentaría inversiones en infraestructura de calidad.
Además, la incertidumbre regulatoria podría exacerbar prácticas desleales entre estaciones de servicio, como el ajuste irregular de precios o la competencia desequilibrada. En este contexto, la EMA insiste en que la movilidad eléctrica surge como una alternativa estructural, capaz de reducir la exposición a la volatilidad de los hidrocarburos y ofrecer beneficios tangibles a mediano y largo plazo.
Movilidad eléctrica: Más que una moda, una necesidad
Los vehículos eléctricos (VE) e híbridos enchufables (PHEV) no son solo una tendencia global: representan una solución integral para México. Según el Barómetro de Electromovilidad 2024 de la EMA, en el último año se incorporaron 69,713 unidades eléctricas e híbridas al parque vehicular nacional, un crecimiento histórico del 84% respecto a años anteriores. Este avance refleja un cambio de mentalidad en consumidores y empresas, que ven en estas tecnologías una forma de ahorrar costos operativos y contribuir al medioambiente.
Beneficios clave para los usuarios
- Ahorro económico: Un VE puede reducir hasta un 70% los gastos en combustible y mantenimiento en comparación con un auto tradicional.
- Independencia energética: Los usuarios pueden recargar sus vehículos en casa usando paneles solares, evitando fluctuaciones de precios en gasolinerías.
- Menos emisiones: Eliminan la contaminación local, mejorando la calidad del aire en ciudades como CDMX, Monterrey o Guadalajara.
Además, la infraestructura de recarga ha crecido de manera notable, con 45,055 cargadores instalados en todo el país. Aunque este número sigue siendo insuficiente, el avance trimestral del 4.98% sugiere un impulso constante.
Oportunidades para estaciones de servicio y negocios
Mientras las gasolineras tradicionales enfrentan presiones por controles de precios y competencia desleal, la movilidad eléctrica abre nuevas vías de negocio. Por ejemplo, incorporar cargadores rápidos permite a los establecimientos diversificar sus ingresos. Imagine este escenario: un conductor se detiene a recargar su auto eléctrico y, durante los 20-30 minutos de espera, compra un café, un refrigerio o utiliza servicios de WiFi. Este modelo, ya exitoso en países como Noruega o Estados Unidos, combina conveniencia con rentabilidad.
Para los operadores, esto significa:
- Nuevos flujos de ingresos: Venta de alimentos, bebidas o servicios adicionales durante el tiempo de recarga.
- Diferenciación competitiva: Atraer a un segmento de consumidores conscientes del medioambiente.
- Alianzas estratégicas: Colaborar con marcas de automóviles eléctricos o proveedores de energía renovable.
México frente al mundo: Un camino por recorrer
Aunque el crecimiento de la electromovilidad en México es alentador, aún hay una brecha significativa respecto a otros países. Mientras aquí los VE representan el 3% de las ventas de autos nuevos, en Estados Unidos alcanzan el 8.2% y en Noruega, líder global, superan el 90%. Esta diferencia subraya la necesidad de políticas públicas más audaces y una mayor inversión en infraestructura.
Obstáculos actuales
- Infraestructura insuficiente: Muchas zonas del país carecen de cargadores públicos, lo que genera “ansiedad de autonomía” en los conductores.
- Falta de incentivos: A diferencia de otros países, México no ofrece subsidios significativos para la compra de VE ni beneficios fiscales para instalación de cargadores.
- Desinformación: Persisten mitos sobre la autonomía, costo de baterías o disponibilidad de repuestos.
Políticas públicas: El motor del cambio
Eugenio Grandio, presidente de la EMA, enfatiza: «La electromovilidad no es una moda, sino un paso firme hacia la sustentabilidad. Necesitamos marcos regulatorios que apoyen esta transición». Entre las medidas urgentes destacan:
- Incentivos fiscales: Reducciones de impuestos para compradores de VE y empresas que instalen cargadores.
- Programas de financiamiento: Créditos blandos para modernizar flotas vehiculares (taxis, transporte público).
- Educación ciudadana: Campañas que expliquen los beneficios económicos y ambientales de la movilidad eléctrica.
- Colaboración público-privada: Alianzas para expandir la red de recarga en carreteras y centros urbanos.
Conclusión: Un presente eléctrico
La movilidad eléctrica no es el futuro: es el presente. Con 66 millones de kilómetros “verdes” recorridos en plataformas de transporte privado en 2024, México ya está avanzando. Sin embargo, para consolidar este cambio se requiere un esfuerzo colectivo:
- Ciudadanos: Optar por tecnologías limpias al renovar sus vehículos.
- Empresas: Invertir en infraestructura y modelos de negocio innovadores.
- Gobierno: Diseñar políticas claras y estables que prioricen la sustentabilidad.
Al adoptar la electromovilidad, no solo combatimos la crisis de combustibles, sino que construimos un país más limpio, eficiente y preparado para los desafíos del siglo XXI. La pregunta ya no es ¿por qué cambiar?, sino ¿cuándo empezamos?.