El mundo del automóvil está lleno de pioneros, quienes se enorgullecen de su condición. Por lo general, se presta atención a ciertos “primeros” como el primer automóvil, el primer récord de velocidad, etc. Pero en esta línea hay uno que suele ser poco conocido o, mejor dicho, desconocidos. Un ejemplo de esto es la primera estación de servicio de la Historia.
Obviamente, para que existan las estaciones de servicio, primero es necesario que existan vehículos que necesiten repostar, por lo que el primer establecimiento de este tipo no apareció hasta que el primer automóvil vio la luz. La historia de ambos está estrechamente relacionada, pero adelantamos que esta primera estación de servicio dista mucho de lo que se considera como tal en la actualidad.
29 de enero o el día en el que Karl Benz creó el primer coche de combustión interna
Hay que remontarse a fines del siglo XIX y mirar hacia Alemania para encontrar el origen de todo esto. Allí, en 1886, Karl Benz construyó, financiado por su esposa Bertha, el primer automóvil de la historia, el Benz-Patent Motorwagen. Este era un triciclo autopropulsado capaz de alcanzar velocidades de hasta 16 km/h.
Como todo pionero, tuvo dificultades, ya que dos años después solo se habían vendido dos unidades. ¿La razón? Por un lado, era extremadamente caro y, por otro, según apuntaba Bertha Benz, su esposo no había sabido venderlo adecuadamente.
Sin embargo, ella encontró la solución: realizar un viaje largo en el que la gente, al ver el automóvil en funcionamiento, viera que era una opción interesante de transporte. Dicho y hecho: junto con sus hijos y sin informar a su esposo de que tomaría prestado el automóvil, partió en un viaje entre Mannheim y Pforzheim, donde vivía su madre.
Primera gasolinera de la historia
Como era de esperar, el viaje fue bastante complicado, pero eso no viene al caso ahora, excepto por un pequeño detalle: era necesario repostar. El tanque del Motorwagen no alcanzaba para hacer el viaje de una sola vez, por lo que en algún momento había que llenarlo. Sin embargo, el problema era que, como no había coches en las carreteras, tampoco había forma de repostar.
Al menos en teoría, pero Bertha encontró la solución. El motor del automóvil funcionaba con ligroína, un derivado del petróleo que en ese entonces se utilizaba en productos de limpieza. ¿Dónde se vendían estos productos? En las farmacias, así que la señora Benz fue a una y compró cinco litros para llenar el automóvil.
El lugar estaba ubicado en un pueblo llamado Wiesloch y todavía está en pie en la actualidad. Además, se recuerda con orgullo su papel en este viaje, tiene una placa que la reconoce como la primera estación de servicio de la historia y frente a ella hay una estatua que conmemora el momento.